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Claves para una jubilación sin sobresaltos

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Juan Ignacio Ferrer Pretel

Economista y Actuario de Seguros

¿Es necesario planificar? En la mayoría de las ocasiones, una acción planificada tiene mejores resultados que otra improvisada

22 Oct 2018

7 Min de lectura

Sin objetivos no hay motivación. Esta frase tan cotidiana cobra aún más sentido al hablar de la jubilación. Solo si tenemos claro lo que necesitamos y lo que buscamos, emprenderemos el camino proactivo del ahorro para la jubilación, combinando la cotización para la pensión pública con la aportación a algún producto de ahorro de previsión privado que complemente dicha pensión. Pero empecemos por el principio. 

 

¿Qué es la jubilación? ¿Por qué existen tantas “versiones” de la jubilación?

 

Bien, jubilarse no es más que pasar de cobrar por tu trabajo a cobrar por lo que has trabajado. Es decir, es recibir una pensión en compensación por la cotización que has realizado en tu vida laboral. Esta pensión la paga el Estado, por tanto es pública, y el acceso a ella depende de los años cotizados y del importe cotizado durante esos años. Lógicamente, cuanto más tiempo y más alta haya sido tu cotización, mayor será tu pensión.

 

Actualmente, las principales modalidades de jubilación son las siguientes:

  • Jubilación ordinaria: es la modalidad más común de jubilación. Es el pase del cotizante de activo (trabajador) a pasivo (pensionista), cuando se cumplen los requisitos mínimos para el acceso. Ahora mismo hablamos de 15 años cotizados como mínimo y una edad de 65 años y 6 meses (puede ser inferior en función de los años cotizados).
  • Jubilación anticipada: tiene los mismos efectos económicos que la jubilación ordinaria pero se obtiene con una edad inferior a la indicada anteriormente. Puede ser una decisión voluntaria, por acumulación de años de cotización, o la consecuencia de un trabajo arduo o especialmente penoso.
  • Jubilación flexible: es la incorporación al mercado de trabajo (volver a situación de activo) una vez alcanzada de forma efectiva la jubilación (es decir, estando ya en situación de pasivo).
  • Jubilación parcial: se da cuando un empleado sustituye su contrato de trabajo por otro a tiempo parcial. Es decir, de forma simultánea, se es activo (trabajando a tiempo parcial) y pasivo (cobrando la pensión de jubilación).
  • Jubilación activa: es una opción vigente desde 2013. Posibilita compatibilizar el 50% de la pensión de jubilación con un trabajo a tiempo completo o parcial, y por cuenta propia o ajena. Para optar a este tipo de jubilación tienes que haber alcanzado la jubilación a la edad ordinaria que corresponda así como el 100% de la base reguladora.
  • Jubilación diferida: Es la que se produce a una edad posterior a la que de forma ordinaria hubiera correspondido al trabajador. Este tipo de jubilación está incentivada con el incremento  de la pensión: entre un 2 y un 4%  adicional por cada año de más cotizado.

 

¿Y la prejubilación?

 

Este concepto no existe en el sistema de la Seguridad Social. Realmente, la prejubilación es un acuerdo entre empleador y empleado por el que este último cesa en su actividad laboral con el objetivo de alcanzar, más adelante, alguna de las modalidades de jubilación existentes.

 

Y ¿por qué habría que pensar con anticipación en la jubilación?

 

Lo cierto es que, a falta de información adicional, si todos los meses y todos los años “te quitan” una parte de tu nómina para cotizar por tu pensión, parece sensato pensar que, cuando te jubiles, esa hucha que se ha ido formando con tu cotización servirá para pagar tu pensión. Sin embargo, hay que tener en cuenta diversos factores. Veamos por qué:

  • Principio de solidaridad entre generaciones: en España tenemos lo que se conoce como un sistema de pensiones “de reparto”. Esto significa que lo que cotizas se usa para pagar la pensión a las personas ya jubiladas, de ahí que hablemos siempre de solidaridad entre generaciones. Por el contrario, en un sistema de pensiones “de capitalización”, como el existente por ejemplo en Chile, lo que cotizas se guarda y se invierte para cobrarlo, como pensión pública individual, tras la jubilación. Si bien, la mayoría de los países desarrollados cuentan con un sistema de reparto de pensiones.
  • La esperanza de vida crece y crece: la esperanza de vida en 1920 era de unos 41 años. Actualmente, dicha esperanza ronda los 82. Es decir, en apenas 4 generaciones casi se ha duplicado la esperanza de vida. Sin embargo, la edad de jubilación, prácticamente, se ha mantenido intacta en torno a los 65 años, lo que nos sitúa ante el reto de pagar (y cobrar, claro) unas pensiones cada vez más largas. Si bien no es un problema para las pensiones actuales. 
  • La pirámide poblacional: cada vez hay más gente mayor y menos gente joven. Por tanto, cada vez hay más pensionistas y menos cotizantes (y, recuerda, el sistema de pensiones se rige por el principio de solidaridad intergeneracional), por lo que se hace más difícil mantener el equilibrio entre cobros y pagos de la Seguridad Social.
  • El coste de la vida (inflación): la cotización la realizas, obviamente, en el pasado. Sin embargo, la pensión la cobras en el futuro por lo que, si descontamos el efecto de la inflación en tus cotizaciones, éstas son aún más bajas que las necesarias para tu pensión que, además, crecerá con la inflación futura.

 

¿Es necesario pensar con anticipación en la jubilación?

 

Por tanto, ¿es necesario pensar con anticipación en la jubilación? Podríamos hacernos esta otra pregunta: ¿es necesario planificar? En la mayoría de las ocasiones, una acción planificada tiene mejores resultados que otra improvisada.

 

Llevando este razonamiento a la pensión futura, sí cabría detenerse a reflexionar sobre este asunto y valorar sobre la posibilidad de ver las distintas opciones para complementar la futura pensión pública. Actualmente existen distintas tipologías de productos de ahorro de previsión social que ayudan al ahorrador a planificar su jubilación y que, además, en muchas ocasiones cuentan con ventajas fiscales. Algunos de los principales productos de ahorro específicos para la jubilación son los siguientes:

  • Plan de pensiones. Es un producto de ahorro a largo plazo en el cual el partícipe realiza aportaciones periódicas (también puede ser única) que le permiten disponer de un capital o una renta en el momento de la jubilación, (también se puede disponer de forma anticipada del capital en caso de incapacidad o por algún otro supuesto especial, y en caso de fallecimiento).. En los planes de pensiones las gestoras invierten, según el perfil de riesgo del cliente, en renta variable o renta fija para conseguir una rentabilidad extra a los ahorros depositados por los partícipes. Una de las características principales de los planes de pensiones son sus ventajas fiscales, pues las aportaciones reducen la base imponible del IRPF, pero este tema nos da para otro post.
  • Plan individual de ahorro sistemático (PIAS). Se trata de un seguro de ahorro, enfocado al ahorro a largo plazo, a través de aportaciones periódicas (aunque también pueden ser aportaciones únicas). Por sus características, el fondo acumulado se puede percibir en forma de renta vitalicia. En los PIAS, según el perfil de riesgo del cliente, la gestora realiza inversiones para lograr una rentabilidad extra a los ahorros depositados. Su ventaja fiscal es la no tributación del rendimiento obtenido en el momento de constituirse la renta vitalicia. Su principal diferencia con los planes de pensiones radica en que se puede rescatar el importe, acumular o acceder a la renta vitalicia con anticipación, si bien, en estos casos, tributaría como un seguro de vida individual.

 

Además de los señalados, hay otros productos de ahorro de previsión social como son los planes de previsión asegurados (PPA) o distintos planes de ahorro a largo plazo. Como ves, existen distintas opciones adaptadas a las necesidades, intereses y capacidad de ahorro de cada perfil, en caso de que decidas ahorrar para complementar tu futura pensión pública.

 

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